viernes, 29 de mayo de 2009

Aforismo del dìa je

Cásate; si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para un hombre. Sófocles.

Y de Deri porque insiste jajajajaja: Siempre va a haber alguien que la tenga más larga que uno. Derian.






viernes, 8 de mayo de 2009

Sobre todo una cosa hijo mío.-La inmoralidad de la mentira no radica en la vulneración de la sacrosanta verdad. A fin de cuentas tiene derecho a invocarla una sociedad que compromete a sus miembros forzosos a hablar con franqueza para poder luego tanto más eficazmente sorprenderlos. A la universal falsedad no le conviene permanecer en la verdad particular, a la que inmediatamente trasforma a su contraria. Pese a todo, la mentira porta en sí algo cuya conciencia le somete a uno al azote del antiguo látigo, pero que a la vez dice algo del carcelero. Su falta esta en excesiva sinceridad. El que miente se avergüenza porque en cada mentira tiene que experimentar lo indigno de la organización del mundo, que le obliga a mentir si quiere vivir al tiempo que le canta: .Obra siempre con lealtad y rectitud. Tal vergüenza resta fuerza a las mentiras de los más sutilmente organizados.

Separados unidos. El matrimonio, cuya denigrante parodia pervive en una época que ha privado de fundamento al derecho humano del matrimonio, la mayoría de las veces sirve hoy de artimaña para la auto conservación: cada uno de los dos juramentados atribuye al otro cara al exterior la responsabilidad de todos los males que haya causado, mientras siguen existiendo juntos de una manera a decir verdad turbia y cenagosa. Un matrimonio aceptable seria solo aquel en que ambos tuvieran su propia vida independiente sin nada de aquella fusión producto de la comunidad de intereses determinada por factores económicos, pero que asumieran libremente una responsabilidad reciproca. El matrimonio como comunidad de intereses supone irrecusablemente la degradación de los interesados, y lo pérfido de esta organización del mundo es que nadie, aun sabiendo por qué, puede escapar de tal degradación. De ahí que a veces pueda llegar a pensarse que sólo aquellos que se hallan exonerados de la persecución de intereses, los ricos, tienen reservada la posibilidad de un matrimonio, sin envilecimiento. Pero esta posibilidad es puramente formal, pues estos privilegiados son justamente aquellos en los que persecución del interés se ha convertido en una segunda naturaleza –de lo contrario no habrían afirmado el privilegio.

Mesa y cama. Tan pronto como hombres y mujeres, aun los de buen carácter, amistosos y cultivados, deciden separarse, suele levantarse una polvareda que cubre y decolora todo lo que está en contacto con ella. Es como si la esfera de la intimidad, como si la letárgica confianza de la vida en común, se transformase en una sustancia venenosa al romperse las relaciones en que reposaba. La intimidad entre las personas es indulgencia, tolerancia, reducto de las singularidades personales. Si se trastorna, el momento de debilidad aparece por sí sólo, y con la separación es inevitable una vuelta a lo exterior. Ésta se incauta de todo el inventario de las cosas familiares. Cosas que un día habían sido símbolos de amorosas atenciones e imágenes del mutuo entendimiento, repentinamente se independizan como valores mostrando su lado malo, frío y deletéreo. Profesores que irrumpen después de la separación en la vivienda de su mujer para retirar objetos del escritorio, damas bien dotadas que denuncian a sus maridos por defraudación… Si el matrimonio ofrece una de las últimas posibilidades de formar células humanas dentro de lo general inhumano, éste se venga con su desintegración apoderándose de la aparente excepción, sometiéndola a las alienadas ordenaciones del derecho y la propiedad y burlándose de los que se creían a salvo. Justamente lo más protegido se convierte en cruel requisito del abandono. Cuanto más desinteresada haya sido originariamente la relación entre los cónyuges, cuanto menos hayan pensado en la propiedad y en la obligación, más odiosa resultará la degradación. Porque es en el ámbito de lo jurídicamente indefinido donde prosperan la disputa, la difamación y el incesante conflicto de los intereses. Todo lo oscuro que hay en la base sobre la que se levanta la institución del matrimonio, la bárbara disposición por parte del marido de la propiedad y el trabajo de la mujer, la no menos bárbara opresión sexual que fuerza tendencialmente al hombre a asumir para toda su vida la obligación de dormir con la que una vez le proporcionó placer, todo ellos es lo que se libera de los sótanos y cimientos cuando la casa es demolida. Los que una vez experimentaron la bondad de lo general en la exclusiva y recíproca pertenencia son ahora obligados por la sociedad a considerarse unos infames y aprender que ellos producen lo general de la ilimitada ruindad del exterior. En la separación, lo general se revela como el estigma de lo particular, porque lo particular –el matrimonio- no es capaz de realizar lo general verdadero en tal sociedad.
Adorno. (MM)